Dr. José Eleazar Calderón de la Fuente.
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Como ya hemos visto, los tratamientos para prolongar la juventud -o para recuperarla si ya se la ha perdido- tienen un origen remoto. Prácticamente desde el mismo momento en que el ser humano tomó conciencia del paso del tiempo y de los efectos que produce en su organismo, trató de evitar sus consecuencias más negativas. La búsqueda de la inmortalidad, de la “eterna juventud” o de la recuperación de la “juventud perdida” han sido y son constantemente fuente de sueños y leyendas. Detener el curso del reloj biológico o hacerlo retroceder hasta que coincida con la edad ya pasada que se desea recuperar -como en el mito del Dr. Fausto recogido por Goethe- son ilusiones a las que nunca aceptamos totalmente renunciar.
En el prolongado curso de sus búsquedas, el ser humano ha experimentado con gran cantidad de recursos, algunos totalmente ilusorios como rituales e invocaciones mágicas, y otros -más sensatos- basados en elementos naturales como sustancias extraídas de plantas, animales, aguas y minerales, o drogas y medicamentos de variadas características.
Seguidamente veremos algunos de los progresos obtenidos a partir de sustancias y productos de origen natural, o resultado de las investigaciones farmacológicas.
En la antigüedad ciertas plantas eran utilizadas para revertir los efectos de la vejez, tales los casos de la mandrágora, a la que se le atribuían cualidades afrodisíacas y rejuvenecedoras; el bulbo de las orquídeas, considerado vigorizante de la sexualidad; también otras plantas con propiedades rejuvenecedoras, como el jaramago, la ginkgo biloba, la centella asiática y el ginseng.
También son conocidos desde tiempos remotos los rejuvenecedores de origen animal. Entre ellos los nidos de las golondrinas, las aletas de tiburón, las ostras, las langostas y otros mariscos, las cantáridas -insecto típico de la cuenca mediterránea- de efectos vigorizantes y afrodisíacos por la cantaridina que contienen sus partes blandas, que es una materia que actúa sobre la circulación de la zona genitourinaria. etc.
Desde la antigüedad se atribuyó al agua tener notables propiedades curativas, revitalizantes y rejuvenecedoras. Muchos de los santuarios encontrados en las civilizaciones de los primeros tiempos, poseían aguas de naturaleza termal o eran balnearios en los que se practicaban sesiones curativas. De algunas de ellas se creía que, con sólo beberlas, se podía recuperar la juventud: en el siglo XVI, en su búsqueda de la “Fuente de la juventud” Juan Ponce de León descubrió la península de Florida.
Ya en el siglo XX, con el estudio de la composición química de las aguas minerales, surgió la denominada hidroterapia. Esta práctica se aplica con buenos resultados al tratamiento de las afecciones reumáticas, dermatológicas, digestivas, respiratorias, y para obtener rejuvenecimiento.
Este investigador, nacido en Ucrania en el año 1845, fue profesor de la universidad de Odessa además de director del Instituto Pasteur de París, donde falleció en 1916. Fue galardonado con el premio Nobel de medicina en 1908, por sus investigaciones sobre la fagocitosis.
Pionero en el estudio del envejecimiento, en sus estudios zoológicos, descubrió que las bacterias saprófitas del tubo digestivo -las que facilitan la digestión de los alimentos- con el tiempo son sustituidas por otras patógenas que producen toxinas.
En su carrera profesional, este científico realizó importantes descubrimientos, uno de los cuales fue el de la importancia de las glándulas suprarrenales. En estudios efectuados con animales -a los que les extirpaba dichas glándulas- concluyó que se podía retrasar el envejecimiento mediante el tratamiento con extractos de testículos y lo comprobó sobre sí mismo inyectándose por vía subcutánea. Las conclusiones a las que llegó, nunca fueron consideradas como demasiado eficaces pues se estima que, de tener buenos resultados, éstos podrían deberse a las propiedades de la testosterona, contenida en el extracto de testículo de la endocrinología
Como médico del sultán en Egipto, tuvo la oportunidad de comprobar que los eunucos de los harenes -a los que se les extirpaban los testículos- manifestaban un decaimiento físico semejante al de los ancianos. A partir de ello concibió la idea de trasplantar testículos a personas envejecidas.
En Francia llevó a la práctica trasplantes de testículos de monos a hombres, un método muy criticado -aunque popular- que fue dejado de lado como uso frecuente al recibirse una partida de monos africanos infectados por la sífilis.
Esta enfermedad se transmitía a los seres humanos receptores, no disponiéndose en aquella época de ningún tratamiento contra esta dolencia venérea. En este caso fue peor el remedio que la enfermedad.
Alexander Bogomoletz popularizó la idea que el hombre es tan viejo como lo es su sistema conjuntivo y en 1943 dio a conocer un suero -el suero citotóxico antirreticular o ACS- capaz de prevenir los procesos que conducen a la vejez. Vladimir Filatov, elaboró la teoría de los estimuladores biogenéticos contenidos en los tejidos embrionarios, ricos en materias estimulantes del crecimiento. Por ser considerados de efectos muy beneficiosos para rejuvenecer organismos envejecidos, en la actualidad se siguen aplicando extractos embrionarios, por vía tópica y parenteral.
Este científico desarrolló el método de las terapias celulares. Utilizó células embrionarias -que casi no poseen capacidad antígena, pero tienen una buena actividad biológica- inyectadas por vía intramuscular, suero fisiológico y una suspensión obtenida a partir de un determinado órgano fetal.
Toda célula inyectada cumple, al alcanzar el órgano al que se destina, las funciones de replicación celular y acrecentamiento de su capacidad funcional, produciendo un efecto de rejuvenecimiento.
Por este método se transmite el mensaje genético en forma de ácidos nucleicos ADN y ARN. En la actualidad las terapias celulares se siguen aplicando, practicando la introducción en el organismo de los ácidos nucleicos, las células embrionarias, las células liofilizadas. En todo el mundo podemos encontrar especialistas y laboratorios que suministran a sus pacientes estas células o sus extractos.
La procaína o «novocaína», comenzó a aplicarse en tratamientos contra el dolor y también en trastornos circulatorios y articulares. La doctora Aslan la aplicó en trastornos de la circulación periférica así como en enfermedades típicas de la vejez, obteniendo buenos resultados. Inyectaba 10 milímetros al 1% de novocaína en suero fisiológico -Gerovital H- obteniendo excelentes resultados en el tratamiento de la neuritis y las neuralgias, el reumatismo degenerativo, las astenias psíquicas y físicas, las distrofias de la piel, la osteoporosis, etc. En 1970 presentó el «Aslavital», inyectable y en grageas.
Inyectable = procaína + glutamato potásico
Grageas = la suma de ciertas vitaminas
Su efectividad más relevante era que este tratamiento curativo y preventivo del envejecimiento, trabajaba a nivel tanto cardiovascular y cerebral, como sobre la arterosclerosis generalizada, el mal de Parkinson y otras dolencias.
La doctora Aslan preconizó que el tratamiento antienvejecimiento con procaína debía ser utilizado a partir de los 40 años de edad. El método se popularizó mediante la denominación «KH3», un método que generó escepticismo en los gerontólogos. Luego se demostró que la procaína se descompone, por medio de enzimas específicas, en dos componentes poco activos biológicamente.
El «Gerovital» estaría relacionado con la acción inhibidora de la procaína sobre la enzima «mono-aminoxidasa», que elimina las proteínas por medio de la oxidación de los grupos aminitos. Esa sería la causa de sus efectos antidepresivos, tonificantes, antiestrés y analgésicos, que explicarían sus pregonadas características rejuvenecedoras.
Dr. José Eleazar Calderón de la Fuente
CLINICA DEL DOLOR
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